Hacienda la Bolsa

La Hacienda La Bolsa en la historia del norte del cauca y del suroccidente colombiano, es un punto de referencia muy importante, al momento de  identificar las fuentes que generaron y  mantuvieron la riqueza de muchos hacendados y ricos de la región y en espacial de Popayán.

El surgimiento de una elite que aun hoy mantiene la hegemonía, no solo económica, sino también política de la región, procuro la gestión de procesos de esclavización y legislación que les garantizara recibir los dividendos de los empeños que estos hicieron para imponer un sistema inequitativo que las permitiera alcanzar lo que hoy ostentan.
La gran mayoría de la gente que vive al norte del Cauca es descendiente de los esclavos que fueron traídos para  trabajar  las minas y las haciendas de los Arboledas. Estas haciendas eran La Bolsa, Japio, y Quintero. Unas minas de oro estaban en la loma arriba de Caloto y Santander de Quilichao. El pueblo de Santa María era el centro minero más importante de la región. Los Mosqueras, los Arboledas, los Valencia y otros payaneses aumentaron su riqueza con el trabajo de los esclavos negros.
Los Arboledas llegaron a Colombia alrededor de 1570. Uno de los más importantes fue Jacinto de Arboleda, un español que compró esclavos y comenzó la extracción de oro en Anserma. Los indios no permitieron que los blancos los explotaran y los expulsaron de allí. Jacinto de Arboleda entonces trasladó su cuadrilla de esclavos a Caloto, alrededor de 1620, convirtiéndose el lugar en la mayor fuente de oro de toda la provincia de Popayán. Cuando murio, dejó una herencia de 26.512 pesos que incluía 47 esclavos.
En 1618, los Arboledas compraron la hacienda La Bolsa. El Capitán Francisco Arboleda Salazar la compró en 60.660 pesos. Era una tierra estancia de ganado mayor y una estancia muerta en las Vegas del Palo, entre las Quebradas de Quintero y la Bodega por lo ancho, y a lo largo del río Cauca hacia la sierra.16 En 1771', Francisco Antonio Arboleda compró Japio por 70.000 pesos; ésta había pertenecido a los Jesuitas que también eran dueños de la enorme hacienda de Llanogrande en el lugar hoy llamado Palmira. Los jesuitas criaban ganado que vendían en lugares tan lejanos como Quito; además, cultivaban caña y tenían allí muchos esclavos.
Cuando Francisco Antonio Arboleda compró Japio, ésta tenía alrededor de 120 esclavos. Las haciendas de Japio y La Balsa abastecían de mano de obra a las minas de los Arboledas. Así, esta familia combinaba la explotación agrícola con su imperio minero que se extendía hasta el Chocó y la Costa Pacífica del Departamento del Cauca, donde tenían más esclavos. Los Arboledas vivían en Popayán y dejaban sus minas en manos de administradores que recibían ~asta el diez por ciento de la producción.


En cuanto a las haciendas de la región, en 1774 Japio tenia 127 esclavos, en su mayor parte empleados en el cultivo de 22 hectáreas de caña para hacer miel. Tenía un trapiche de madera, 24 palas y 4 machetes. Había alrededor de dos mil cabezas de ganado, casi cien bueyes para arar, mulas para transportar la caña y la leña, cuarenta caballares para mover el trapiche, cultivos de plátano y maíz suficientes para el autoabastecimiento de la hacienda. Los esclavos tenían pequeños terrenos para el cultivo de sus alimentos, práctica conveniente para los Arboledas que así evitaban el costo de alimentarlos. De estos 127 esclavos, sólo 50 estaban en condiciones de trabajar; los demás estaban muy enfermos o por su edad no podían hacerlo. Este grupo de 50 estaba compuesto por hombres, mujeres y niños mayores de 12 años.

En 1843, los esclavos de Japio y la Bolsa se unieron al ejército de José María Obando que avanzaba por Colombia Occidental con la promesa de dar libertad a los esclavos, y saquearon las haciendas. La mayoría fueron luego apresados y enviados a la cárcel de Cartagena,  que equivalía a una sentencia de muerte. Julio Arboleda, que en ese entonces era dueño de La Bolsa y tenía minas en Timbiquí en la Costa Pacífica, entre furioso y asustado, vendió 99 esclavos adultos y 113 esclavos niños por 31.410 pesos en el Perú, donde la esclavitud todavía era y la demanda alta Este señor Julio Arboleda, que hoyes aclamado como gran héroe y poeta por las clases altas colombianas y cuyos retratos, colgados de Popayán, muestran dando graciosamente la libertad a unos negros, era tan cruel como cualquier esclavista. La venta de tan gran número de esclavos, justo antes de la abolición, su separación de la tierra que conocían y de la gente con quienes vivían, sólo para obtener pingües ganancias, es un ejemplo entre muchos de su actitud social Y muchas otras verdades deben ser aclaradas al pueblo colombiano, que ha sido alienado por las  mentiras de sus  descendientes blancos de las clases gobernantes.

 Aún hoy, cuando se pregunta a la gente de Timbiquí, qué saben de Julio Arboleda, dicen: "Ah, sí, era un gran poeta ... "pero la realidad de sus sangrientas actividades, características de la mayoría si no de todos los esclavistas, ha sido ocultada y enmascarada con la adulación hipócrita de la "cultura", la famosa "cultura" de los payaneses que todavía tratan al negro como algo digno sólo de ser despreciado, comprado y vendido, como tantos bultos de maíz. De esos esclavos dependía, precisamente, toda la riqueza, el oro, las casas, los finos caballos, los suaves vinos, la poesía y la cultura de la clase


Los grandes esclavistas, como los Arboleda y los Mosquera, resistieron la abolición tanto tiempo como les fue posible. Julio Arboleda vendió muchos de sus esclavos antes de dejarlos libres.' En el momento de la liberación, los Arboleda ayudaron a dirigir una rebelión de los oligarcas contra el gobierno en un intento; sin éxito, por mantener sus esclavos.
La rapidez con que esta ilustre familia de esclavistas logró controlar a la mayoría de sus antiguos esclavos fue sorprendente. Para eilos el problema era de suma gravedad puesto que su fortuna dependía de los esclavos; sin ellos estaban arruinados, ya que no había otra fuente de 'brazos'. ¿ Qué hicieron entonces?

Pero los Arboleda, a diferencia de Joaquín Mosquera, estaban determinados a no ceder tan fácilmente. No querían arrendar sus tierras a sus antiguos esclavos; lo que querían eran jornaleros para mantener sus haciendas trabajando tan bien .como antes. El problema era que había demasiada tierra: Japio, la -Bolsa y Quintero cubrían la mayor parte de la tierra fértil del Valle, donde sus antiguos esclavos podían esconderse. Además, a lo largo del rÍo Palo vivían los feroces campesinos que cultivaban tabaco de contrabando; éstos eran "campesinos de palenque" y seguramente ofrecerían ayuda a los antiguos esclavos. Los Arboleda trataron de sobornar a éstos para que volvieran a trabajar para ellos, ofreciéndoles pequeñas tierras a cambio de terraje, que es un pago de arrendamiento de la tierra en especie o trabajo. La Unión Sindical del Cauca, asentada en Puerto Tejada, escribió lo siguiente en la década de 1920:

Después, en el año de 1918, dio Jorge Arboleda la hacienda a título de venta, al señor Benjamín Mera V.,  . Parece que este era socio de negocios con el citado Jorge Arboleda y entre ambos lograron apropiarse de las fincas de los colonos de la hacienda antes de que fuera verificada la venta. En el sitio de La Perezosa, desalojó a varios Cultivadores de sus parcelas el nuevo dueño de la hacienda, Benjamín Mera

 

En síntesis, la política de los Arboledas estaba dictada por la necesidad de conseguir brazos. Para lograr esto, tuvieron que monopolizar la tierra, que era abundante respecto a la fuerza de trabajo disponible, que se manifestaba a menudo muy' hostil. En efecto, muchos campesinos se creían iguales y no velan la raz6n de recibir órdenes de los terratenientes. Por. ellp, Sergio Arboleda trató de crear un sistema para dividir y reinar. En lugar de tener una hacienda de esclavos, con cientos de ellos, algunos capataces o mayordomos y un administrador, Creó un laberinto de diferentes puestos y. relaciones con autoridad central. Había g¡:andes arrendatarios con cientos de hectáreas, peones blancos residentes, trabajadores libres a' contrato viviendo en su propia tierra, pequeños terrajeros y entre todos estos tenía sus "Iambones" y "sapos". Trató de dividir a la gente entre sí, en un intento de apegarla a la hacienda, para mejorar el inseguro dominio que tenía sobre su enorme y despoblada tierra. Los esclavos habían constituido por lo menos la mitad del valor de inventario de las haciendas. El costo de la mano de obra representaba ahora la mitad del costo de mantenimiento de la hacienda, unos 50.0 pesos anuales. En todo caso, esta suma representaba sólo el 10 por ciento de las utilidades/anuales, que llegaban a 5 . .0.0.0 pesos en los últimos años de la década de 1850.

1 comentario:

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